(Mad Max, the Road Warrior)
Año: 1981
Nacionalidad: Australia
Dirección: George Miller
Guión: George Miller, Terry Hayes
Intérpretes: Mel Gibson, Kjiell Nilsson, Bruce Spence, Vernon Wells, Mike Preston, Virginia Hey, Emil Minty
Formato: DVD
Sinopsis: Max, un héroe solitario, recorre los desiertos caminos de Australia en una continua búsqueda de gasolina. Agrupados en contra de él y de los demás defensores de un depósito de gasolina, se encuentran los bizarros guerreros comandados por Humungus.
Recomendación: Después de la peculiar y exitosa, aunque a mi gusto bastante soporífera Mad Max, George Miller redobla la apuesta en una superproducción como nunca la había habido en Australia. La fantasía futurista postapocalíptica la podríamos dividir en dos tipos: en la primera, y más común, se instaura un régimen autoritario que restringe libertades casi indispensables (como Fahrenheit 451 o Escape en el siglo XXI). En la segunda, rige el caos, y la civilización ha vuelto a un cuasi medioevo o Lejano Oeste, en donde rige la ley del más fuerte. Mad Max II se convirtió en el paradigma principal e insustituible de esta segunda vertiente. Toda película posterior de este tipo, como Escape de Nueva York o Waterworld, la tuvo como referente principal, especialmente en el vestuario y el diseño de producción.
Es un western oscuro y desesperanzado, pero su desesperanza no es hacia la humanidad. Ésta encontrará su camino para seguir adelante, pero su protagonista no. Max es un paria encerrado en su odio, incapaz de conectarse a nadie. Porque en ese desolador futuro pintado en la película hay un bien más escaso que la nafta: la palabra. Hay pocas películas de acción donde los personajes hablen tan poco, y los que lo hacen, lideran o liderarán algún grupo de hombres semibestiales, que los siguen sobre todo porque pueden escucharlos.
Al final, el bien triunfará: el cargamento llegará a salvo, el ejército de Humungus será derrotado, Max conseguirá su preciada paga en gasolina. Pero nuestro héroe quedará en el camino, derrotado de todas maneras, incapaz de superar su propia tragedia: la de no poder transmitir a nadie su dolor.
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