¿Por qué sólo cine fantástico?

Muchos amantes del cine fantástico nos hacemos esta pregunta en algún momento: ¿Por qué nos gusta tanto ver historias imposibles cuando es la realidad lo que nos debería preocupar? Los detractores de este cine muchas veces lo juzgan infantil, insano, elemental, previsible o directamente perjudicial. Sin embargo, todas las culturas, de todas las épocas y lugares han construido historias que transponen la realidad, y que se han convertido en sus mitologías, en una parte esencial de su cultura.

Según Joseph Campbell las mitologías se construyen desde el subconsciente. En ellas se manifiestan sus esperanzas, su espiritualidad y sus miedos más profundos. El cine de terror, ciencia ficción y fantasía se ha convertido en la nueva mitología del hombre, y por eso merece verse con respeto e inteligencia.

En Dr. Caligari buscamos generar un espacio donde puedas encontrar películas fantásticas que siempre quisiste ver y no encontrabas en ningún lado. A pesar de la gran cantidad de films de estos géneros que llegan a las carteleras o videoclubes, el amante de estos géneros muchas veces advierte que el grueso de estas producciones no colman sus expectativas por ser simples, comerciales, que siguen la receta de algún otro film exitoso. También es bastante cansador ver tanta producción de un solo país (Estados Unidos), y tantas películas hechas en otros países imitando el cine norteamericano, con lo enriquecedor que es ver cine de todas partes del mundo.

Por eso tratamos de ofrecerte las rarezas, lo más extremo o lo más original. Si querés contactarte con nosotros para pedirnos alguna película en especial o solicitar un catálogo de los films que tenemos, manda un mail a caligarivideo@yahoo.com.ar.

viernes, 18 de junio de 2010

El increíble hombre menguante

(The incredible shrinking man)

Año: 1957

Nacionalidad: USA

Dirección: Jack Arnold

Guión: Richard Matheson, basado en su novela

Intérpretes: Grant Williams, Randy Stuart, April Kent, Paul Langton, Raymond Bailey

Formato: DVD

Sinopsis: Robert Scott Carey, un ciudadano común de vacaciones en un yate, se ve de pronto expuesto a una misteriosa bruma, que más tarde hará que comience a achicarse su cuerpo hasta casi lo infinitesimal. Luchando por sobrevivir, Scott se enfrenta ahora a inusuales peligros domésticos, como gatos y arañas.

Recomendación: Hubo varias buenas películas de ciencia ficción en la Norteamérica de los años ’50, pero este film de Jack Arnold se destaca asombrosamente del resto. Mientras en esa época el género se dedicaba a los invasores marcianos, los monstruos radioactivos y los experimentos fallidos, el guión de Matheson se aparta totalmente del rebaño, retomando la idea del empequeñecimiento humano –que ya había sido usada con malos resultados por Tod Browning (Muñecas infernales) y Ernest Schoedsack (Dr. Cíclope)- y crea un film único en su tiempo.

Por mucho tiempo fui reacio a ver esta película, quizás por esa rebeldía tonta de no ver lo que es “obligatorio” ver. Además, no me seducía mucho la idea de un tipo peleando con un gato o una araña gigantes, empuñando un alfiler, y la verdad que las otras películas de Arnold que había visto (El monstruo de la laguna negra, El regreso del monstruo, Tarántula, Llegaron de otro mundo) me habían parecido films mediocres y sobrevalorados. Me alegra infinitamente haber decidido desobedecer por un rato mis prejuicios, porque me encontré con una de las grandes obras de ciencia ficción de todos los tiempos.

Si, Arnold dirige con pulso firme y ritmo impecable, pero Matheson está detrás de todo, para que lo vamos a negar. El tema de lo relativo es un inciso importante en sus libros y guiones, ahí está Soy leyenda para probarlo, donde los roles de monstruo y víctima se cambian por una modificación de las proporciones numéricas de ambos bandos, no por un cambio en sus naturalezas: Melville, el último hombre de la Tierra, en un mundo poblado de vampiros, descubre hacia el final de la novela que es el nuevo monstruo de la sociedad.

En el film que nos ocupa, Carey, el protagonista, acompaña su empequeñecimiento con un progresivo desapego a todas las supuestas “bondades” de la sociedad: su matrimonio, su casa, sus pertenencias, su trabajo, todas las cosas que la sociedad moderna nos hace creer que son parte de nosotros o nos representan, se revelan de pronto ajenas al héroe, quien comienza allí una etapa más “primitiva”, no en el sentido de retroceso, sino de vuelta al origen: luchar por su vida con una bestia para obtener su alimento y conquistar ese Nuevo Mundo que es el sótano de su antigua casa.

El final es de los más ambiguos e interesantes que he visto en mi vida: una reflexión liberadora y un trance místico que parecían imposibles en ese período del género sacuden al espectador, que ha estado más de una hora acompañando las desventuras de Carey, comprometido con su cuerpo, su materia, incluso especulando con su posible vuelta a la ansiada normalidad. Carey, extasiado, se acepta a sí mismo como hombre, y comprende que su existencia continúa, que su Dios sigue estando ahí, percibiéndolo. Abandona los parámetros de la materia y se entrega a la espiritualidad, en el umbral de un mundo infinitesimal y desconocido. La ciencia ficción debió esperar décadas para volver a encontrar en sus obras esta profundidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario